

Esto me lleva a citar una frase de Mario Vargas Llosa, de su libro ''La civilización del espectáculo'': La creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del amarillismo en la prensa y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la suicida idea de que el único fin de la vida es pasársela bien.
Es el premio al coger un libro para matar el aburrimiento o seguir consejos de cómo una persona pudo salir de sus problemas personales para ''enseñar'' a las demás personas. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo.
Ataquemos el problema al raíz, tal cual manifiesta Gustavo Rodríguez, preguntémonos ¿qué carajos hemos hecho mal para pasar por esto?. La respuesta viene de nosotros mismos que preferimos encender la televisión que al hábito de leer. Están los libros de literatura, los verdaderos periódicos de investigación, los cómics, entre otras cosas que podemos encontrar una lectura plácida y acogedora. Votamos por un gobierno que no quiere apostar por la educación. Decimos que tenemos libros (o biblioteca) por adorno. Cómo si tener libros en stands no volviera más intelectual. No.

Octavio Paz, tenía razón: A mayor riqueza material, mayor pobreza espiritual. La conversión de la persona en objeto mercantil. Y, esa frase vivirá con nosotros por los siglos de los siglos. Amén.