Hugo Bartola, de 65 años,
casado y con dos hijos vino desde Puerto Malabrigo a trabajar en Trujillo, sin
pesar que en esta ciudad iba a permanecer para siempre.
Al promediar las 2 de la tarde, ingrese a la
biblioteca municipal N°01. El silencio nostálgico me invitaba a leer cualquier
libro olvidado. Ahí estaba Hugo, algo sordo -pero no del todo- confieso, a
priori, que no esperaba una persona tan carismática a pesar de su edad. Su
especialidad siempre ha sido la artesanía, a pesar que ha desempeñado diversos
cargos antes de llegar a trabajar en la biblioteca municipal y no fue
precisamente ese su primer trabajo, antes de eso, laboraba como seguridad del
mismo recinto estudiantil.
Debes tener curiosidad en saber cómo fue que me
enamoré de los libros. Recuerdo esto: Un libro es una enciclopedia viva y está
llena de sentimientos y emociones. Las cosas que haces por amor propio, deben
ser las cosas que haces por voluntad propia, eso lo aprendes de los libros;
sabías palabras de Hugo Bartola. Todo ese trabajo apasionado por restaurar
libros se lo debe a la directora de la institución, o como él prefiere
llamarlo: su jefa. Eva Rosales,
significo para Hugo Bartola su ascenso en dicho puesto, ya que sus habilidades
en la artesanía, su inigualable carisma, la voluntad de hacer las cosas en
beneficio de los demás y su incasable paciencia han hecho de Hugo una figura
importante dentro de la Biblioteca N°1.
Todos
los días trabaja 6 horas, y ve que su trabaja da frutos cuando ve al lector que
sabe apreciar un libro y sabe valorar el contenido. Ha intentado enseñar su
talento porque considera que es un trabajo noble, ha visto pasar por sus manos
libros de toda clase, donde abogados, médicos, ingenieros han manifestado su
profunda gratitud por ayudar a recuperar esos libros que parecían obsoletos.
Creativo, visionario, soñador y sobre todo paciente
del quehacer manual, él mismo ha diseñado portadas que parecen originales
hechas a puño y letra, ha editado hojas que parecían olvidadas en el tiempo,
recopila información de todas y sabe qué libros hay en toda la biblioteca..
Cuando era adolescente viajo con su familia desde Puerto Malabrigo a Lima. Cada
vez que pasaban por una tienda de libros, corrían a leer las portadas y a
hojear algunas páginas. Si hay alguien a quien deben preguntarle sobre un
determinado tema o libro, él está gustoso de ayudar para resolver cualquier
consulta relacionado a las ediciones de los libros y sobre los autores.
Nunca pensó que su trabajo municipal iba a sacar
adelante a una familia que está orgullosa de él, sus dos hijos dan fe a ello. Así
que vas a la biblioteca y sacas un libro del estante y lo abres, ¿y qué estás
buscando? Un espejo. De improviso hay un espejo ahí y puedes verte a ti mismo,
pero tu nombre cambia de acuerdo al nombre del autor del libro, así que
encuentras al autor que pueda guiarte en la oscuridad. Una vez Ray Bradbury dijo que las librerías y las bibliotecas son personas.
Cada vez que abres un libro, la persona salta afuera y se convierte en ti.
Los métodos de Hugo Bartola para esta delicada labor son
muy variados y no necesita regla para cortar las hojas o los cartones, para eso
manifiesta que Dios nos ha dado dos manos maravillosas, siente que su trabajo
es arte y eso nadie lo puede discutir. Se siente gustoso de hacer lo que más le
gusta, a veces, su jefa le tiene que llamar a comer ya que a veces ni come por
seguir trabajando o cuando cierran la biblioteca él tiene que ser el último en
salir, sin dudas un ejemplo de vida y de perseverancia. Hugo llega a la
conclusión que los libros son inteligentes, brillantes y sabios.
Él vive con amor de sus dos hijos, una esposa dedicada, con amor, y sobre todo con libros. Esa es su respuesta a la vida. Si puedes hallar alguien que te amé a la vida tanto como tú, y ame a los libros tanto como tú, escógela, ámala y cásate con ella. Es algo muy bueno e incomparable. Gracias por ese consejo Hugo Bartola, te debo una. Salí de la biblioteca municipal N°1 al promediar las 4 de la tarde, me fui con una lección de vida, prendí mi reproductor multimedia y camine hasta llegar con alguna librería cercana para ver mi reflejo en el espejo, ese reflejo que tanto me gusta al voltear página tras página.