Nunca llueve eternamente.

A veces poeta, dramaturgo, guionista, cineasta, pero tristemente humano.

Cuento: Muerte en las ruinas (2011)

Ha pasado ya mucho tiempo desde aquella funesta ocasión, pero hoy decidí escribirla; quizá me quede poco tiempo de vida, y necesito dejar evidencia de lo ocurrido, al menos un papel con todo lo sucedido. Ante todo, quiero manifestar que la muerte con la soledad pertenece por naturaleza propia a los dominios y condiciones de la especia humana. El ser humano siempre se ha interpelado acerca de su finitud frente a la eternidad, de su insignificancia frente al cosmos, de su invisibilidad ante la enorme masa de seres humanos y la desolación frente al desamor, en fin, de su impotencia ante la añoranza.
En el verano del año, cuando las nubes despejadas pendían bajas en un cielo bochornoso; Venia de pasar toda una jornada afligida e insoportable. Digo insoportable porque no aliviaba siquiera ese sentimiento; había salido del trabajo con cierto grado de pesimismo. Yo estaba a cargo de una agencia turística que ofrecía servicios a los gustosos de conocer mi ciudad natal; era algo de lo que yo disfrutaba mucho.
     –¿Quieres caminar a pie hacia la plaza de armas? – me preguntó mi amigo de copas.
   –¡Sí, claro que justamente voy para allá! – le dije–. Es una suerte haberte encontrado.
 ¡Qué aspecto tan espléndido tienes hoy! Sucede que tengo mucho que contarte.
Y comenzamos con la marcha, mi amigo comenzó a moverse lentamente, se encorvó y se entregó a la tristeza. Consideraba  que había pasado una semana muy mala tanto en el aspecto laboral como familiar. Pero no alcanzaron a pasar cinco minutos cuando se acordó de algo y sacudió la cabeza como si acabara de sentir un dolor profundo.
    –Mi tía conoció a una señora de avanzada edad que para estas fechas estaría en  Trujillo–dijo mi amigo–. Pero he sido bastante tonto para no poderte decirlo esto días antes.
   –¿Y qué tiene que ver esta vez?–pregunté yo–. No será otra longeva histérica señora que grita sin parar y se exalta como tu tía, espero no toparme con ella en unos de estos días.
   –No, no, nada de eso–dijo. Lo cierto es que el asunto parece muy sencillo y no tengo ninguna duda de que puedas ofrecerle tu servicio, pero he pensado también que a mi tía le gustaría saber que una persona de confianza le muestre todas las bondades de la ciudad…
  –¡Eureka!–dije con una leve sonrisa  y moviendo las manos con mucho entusiasmo.
 –Quizá sea tu oportunidad–exclamó G. Espero tener una oportunidad con mi amada.
A veces la vida te da oportunidades que no hay que desaprovechar y si no es la vida la que te da las oportunidades, eres tú quien te la das tú mismo. Sin embargo, la soledad siempre está presente ¡Qué efímera es la alegría!, dado que  la soledad puede apaciguarse por momentos, un corto momento, pero siempre está ahí. Vuelve aparecer en cualquier circunstancia, al volver me taladra el pecho con más fuerza aún; a quién pudiera entregarle mi tristeza, pese que, me siento culpable de haber aprovechado aquella oportunidad. Cuando me despierto por la mañana, los sentidos son sensibles, especialmente, a los primeros ruidos y los distingue de los demás antes de perderse en el largo y continuo murmullo del día, que no volveremos a oír, pero siempre escucho la voz de la señora B.                       susurrándome al oído: ¿A dónde vamos hoy?

  Me levante temprano con la idea de conocer a la señora B. Para ello, me aliste tranquilamente tenia puesto unos zapatos de charol –el par más nuevo que adquirí–; una camisa blanca –algo usada por las clases de marinera norteña–; un pantalón negro bien planchado –a la orden de día– y un chaleco de vestir –del mismo color– para darle un toque sutil a la vestimenta. El encuentro era en el conocido restaurante-café de la ciudad ‘’El rinconcito de Vallejo’’, llegué  temprano a dicho lugar. Me senté en unas de las mesas que dan para la entrada de la calle a esperar a mi futura turista. No había casi nadie en el lugar, excepto los meseros. Siempre sentimos la necesidad de estar solos, la existencia misma proviene de la soledad; desde el momento de nacer hasta el último de nuestros días. Todos nuestros actos, oportunidades, esfuerzos tienden a huir de esa soledad para sentirnos acompañados o motivados, a veces, puede ser tan corta o larga que nos olvidamos que en realidad estamos solos. Al fin, la pude apreciar a lo lejos, la vi bajar de un Volkswagen similar al mío, acompañado de un chofer, posiblemente, un familiar. De inmediato sin pensarlo dos veces, me presente a la elegante señora. Me saludo amablemente, y la invite a tomar asiento. Era de contextura delgada, tez blanca, ondulada y con muchas banalidades en el decoramiento de su atuendo.
  –¿Qué tal el viaje? –exclamé, esperaba una respuesta corta sin mucho detalle.
  –¡Bien! Ando de maravilla y llena de energía pese al trajín del viaje, no es nada comparada con otros viajes, no es nada. No se preocupe, joven– sonrió con un gesto complaciente.
Me di cuenta rápidamente que poseía un espíritu optimista y bondadoso. En estos días no es normal encontrarme con personas como aquella singular señora. Le sugerí probar de almorzar un shambar, explicándole que Trujillo es poseedora de contar con una comida exquisita y solicitada entre los turistas que vienen a visitar esta región. La sopa shambar contenía trigo, fréjol bayo, alverjas secas, garbanzos, habas secas, pellejo de cerdo, costilla ahumada, jamón serrano, cebolla,  ají panca, y siempre con un poquito de hierba buena, sal, pimienta y comino. Era un plato que solía comer todos los lunes en mis tiempos universitarios, un plato de bandera nacional, serrano de nacimiento y costeño de corazón.
En señal de estar de acuerdo, ella agita su cabeza como diciendo un sí, en respuesta a su movimiento pedí la orden al mozo. Conversamos hasta que se me cansó la lengua, hablamos sobre ‘La vida es un sueño’ –he releído la tragedia que ya lo sé al detalle- y de otros libros admirados: Los heraldos negros, El mundo es ancho y ajeno, hasta del actual nobel Vargas Llosa. Era una señora de sólida y variada mentalidad, hablamos también sobre la política que se debate el país, de los grupos de derecha e izquierda, los lugares lejanos –nunca había viajado fuera del país, pero si hubiera tenido la oportunidad habría ido a Francia–, la religión, claro está que me criaron en el catolicismo conservador, pero ahora, yo tengo una mentalidad deísta.

   —Perdón por interrumpir, pero debemos hacer el recorrido turístico. No se imagina el placer que me da enseñarle mi ciudad. Vamos a mi auto, es algo antiguo pero no importa.
Me acompaño al coche, después de acomodarme, iniciamos la marcha. Qué experiencias pudo haber tenido siendo una señora de tan avanzada edad, me causó mucha curiosidad.   Después de un recorrido lleno de museos, monumentos históricos, plazas importantes, se llegó a la catedral. Desde adentro, le comenté que no me gustaba la reciente remodelación del altar mayor que fue construida entre los años 1647 y 1666 en el centro de la ciudad. Su interior es bastante sobrio, presentando retablos rococós pintados de blanco con dorado, colores barrocos, y en la reciente remodelación de la cúpula principal se la cambió por colores bulliciosos, llamativos que dañan a la vista sensible. Consideré una falta grave contra el arte y para culminar mi crítica habían traspasado de pintura algunas cruces por no decir todas que estaban en las columnas de la catedral. De todas formas se dio cuenta de eso, me percate también de las positivas en las cuales se restauraron los murales interiores, que se recuperó el color de las seis antiguas puertas resalta sus detalles en bronce, y que se le dio una limpieza a fondo a las tres campanas de la torre. Sin embargo, le parecía que en algún lugar de la tierra tenía que inspirar tranquilidad y trasmitir paz. ¡Qué pena, no poder encontrar esos lugares! Pero, ¿Cómo hablar de tranquilidad  y paz si son tan efímeras, hasta a veces falsas ilusiones porque siempre terminamos con la soledad, hasta tal punto de morirnos, ante esto, sólo nos quedarán recuerdos pasajeros de una llamada ‘felicidad terrenal’?. A pesar de todo y dejándose guiar por teorías que le parecían sabias. Me comentó que se había enamorado una sola vez en su vida. A la luz de la luna y el atardecer del sol solía componer y recitar a su —en aquel entonces— novio todos los versos posibles que pudo componer, que se sabía de memoria sus poemas y cantar entre suspiros adagios melancólicos. Tras haber intentado ablandar mi corazón, no pudo hacer brotar ni una chispa de ello, cosa que se dio cuenta prematuramente. Había llevado una vida llena de desamores, con parejas fugaces, me había dado cuenta que solo era una ave de paso para aquellas  mujeres que ponían en mí todas sus felicidades. Y, yo me sentía muy deprimente al decepcionarlas, entre tantas expectativas que tenían en mí.

    —¿Y usted señora B.? —le dije alzando la voz sin llegar a gritar.
    —Sí, dígame— respondió entrando al  auto y cerrando la puerta trasera.
    —¿Siempre es tan optimista, animada, risueña, con buenos recuerdos en el amor o posee memoria selectiva? —le pregunte con una curiosidad única y directa.
   —Bueno, puedo dar esa impresión cuando estoy con personas que recién conozco, he aprendido a cubrirme con una máscara llena de esperanzas, una máscara con una sonrisa incluida, y sobre todo, una máscara que oculte mi verdadera realidad—respondió.
   —Entiendo, en verdad sé lo que es lidiar con eso, no se preocupe.
  —Qué bueno. Muchas veces, por no decir todas, al pasar por un cementerio en plena luz del día, me da por pensar en mi esposo fallecido en un accidente vehicular. A esto, he pensado también que estaría mejor acompañarlo en el eterno descanso.
  —¡No diga eso! Hay amigos que nos pueden ayudar en muchos aspectos tan delicados como la pérdida de un ser querido— me sorprendía yo mismo al hablar de consuelo y
esperanza, era  algo que ya había perdido con el tiempo.
 —¿Amigos? ¿Es que acaso yo tengo alguno?  No se ha dado cuenta que hubiera sido mejor que alguna amistad me acompañe en el recorrido del viaje o me ayude a conocer la ciudad en lugar de contratar a una agencia turística. No se ofenda, por favor. —manifestó.
       Y al decir esas últimas palabras se le escapo una gota de agua salada de los ojos que se deslizaron sobre sus labios secos, sonando una especie de silbido agudo. Tal confesión me dejó pasmado, en cierto grado, me comprometí en darle tranquilidad, y felicidad ante su desgracia. Pero, cómo puedo dar felicidad, si no la tengo yo mismo, soy una persona vacía.
A pesar que la tarde estaba increíblemente hermosa, con el cielo azul cubierto de polvo dorado, brotando algunas manchas de luz como vino blanco, el aire estaba inmóvil, pero cuando abría la boca sentía un leve frescor, como cuando tomaba alguna bebida helada. La señora B. se levantó la mano y se despidió de mí, se había dado por acabado el circuito dentro de la misma ciudad. Al llegar a mi aposento, me sentía prisionero de las horas, de las necesidades cotidianas —sueño, baño, comida— pero, ni siquiera tenía hambre de nada. Un vaso de ron ‘Cartavio’ me calmo la sed. Me dije, de repente, estas cuatro paredes eran las paredes del ‘yo’, en el que estaba siendo encerrado, cuando apenas salía, siempre volvía a entrar, y encerrándome de nuevo yo mismo me volvía a encontrar. La presencia de mi angustia era notable, yo no podía disimular esa sensación como la señora B., sentí la necesidad de ir a un pequeño bar, en donde tomar algunas copas, sin embargo, me quedé dormido de cansancio.
      Me levanté, relativamente, tarde. Ese día tenía descanso total de mis actividades, para eso, programe continuar para mañana mi circuito llegando a Huanchaco y al promediar la tarde llegar a Chan- Chan. La soledad de mi habitación se pronunció, yo era testigo de eso, volví a pensar en la señora B. y a entrar en aquel monólogo conmigo mismo, venían a la cabeza preguntas interminables, pero después de dar varias vueltas entre cuatro paredes me dije: Eso es, estoy en una prisión, y la siento. Soy prisionero de mi vida, necesito libertad, dar y otorgar paz. Tuve ganas de golpear la pared, de romper esas cuatro paredes. Quiero eso, la señora B. me puede ayudar, le daré paz a su soledad, a cambio de eso, obtendré mi libertad de obrar por mi propia voluntad por lo que seré responsable de todos mis actos.
Quedé más que sorprendido, consternado con ese descubrimiento que apenas podía balbucear mis respuestas de lo sentenciado. Ante eso, planifique su asesinato minuciosamente, al detalle, para llegar a la perfección de mi feroz plan.
Esto me restituía el sentimiento íntimo que, muy por debajo, había agotado en estos días. Al matar a la señora, le acercaría a su más profundo recuerdo de su esposo y le daría su ansiada paz para acompañar a su marido, que en vida fue.
Mi curiosidad, se había vuelto un poco celos, se impacientó. Y, a partir del tercer día, decidí llevar a cabo el plan mencionado, entre nuevamente al monólogo monótono, quizá lunático, de volver a pensar en la señora B. Mi ansiedad me llegó a apurarme en el encuentro con la susodicha; una vida más o una menos, era lo que pensaba en el trayecto del camino. Solo quedará como anécdota después de tantas otras, con esto conseguiré librarme de mis obsesivos pensamientos. Reconocí a la señora B. al llegar a lo lejos.
     —Se acabó— dije, hoy terminamos el circuito con Huanchaco y finalizamos en mis ruinas preferidas, la ciudad más grande de barro, y patrimonio mundial por la Unesco.
   —No, aún no acaba. Vamos de una vez que recién empieza la mañana—me respondió.
Entramos a mi vocho. Ella me miró por el espejo del medio de la luna delantera, y luego se desvió su mirada en el cementerio camino a Huanchaco.
  —Mira que bien luce el cementerio de la carretera, quisiera visitarlo. Míralo.
  —Yo no quiero mirarlo. Yo deseo ir a Huanchaco y luego a las ruinas de Chan – Chan.
 —Ten consideración por los que descansan en paz— me dijo, como si se hubiera molestado por el rechazo al no querer mirar dicho camposanto.
  —¿Paz? Todos lo necesitamos, no solo ellos.
Al llegar a la playa, la longeva se puso de pie a caminar en la orilla y, se puso a mirar el mar. Sacó una moneda del cuero de su cartera y lo arrojó al mar.
  —No estás contento, ¿eh? —me preguntó al verme con la mirada perdida en el vacío.
  —Lo estaría si avanzamos de una vez con el trayecto. Vamos a las ruinas— contesté.
Pero aquella señora ignoraba mi plan de acabar con ella. Finalmente, entramos en marcha con el recorrido. Al llegar a la entrada de las ruinas, el carro se detuvo por su voluntad propia, al atascarse con la arena en la llanta trasera, De inmediato el maldito carro no me favorecía en el plan que tenía de matar a la señora B., sin embargo, ya estábamos dentro de la zona de la cual yo había planificado el asesinato. No en la ubicación ideal, pese a que, la carretera estaba desolada. Era terriblemente nervioso, pensé que había superado esa etapa junto con mi prematura tartamudez. Había llegado la hora, con un gran latido en el corazón y con una aparente furia sin igual, apoye mi mano en su cabeza, golpeándola al caer en la arena toda inconsciente. Excesiva violencia desató la adrenalina que llevaba dentro, le metí varias puñaladas y le corte la oreja como triunfo de mi hazaña. El cuerpo lo deje semienterrado, a cuatro metros de profundidad; en ese momento, yo sonreía porque nadie estaba cerca del lugar, y con el último puñal en el corazón… la maté. ¡Sí, yo la maté! Yo, Enrique Montero, declaro mediante este relato ser el culpable del atroz crimen. Al fin, pude escuchar la paz del corazón de la señora B., estaba completamente muerta, cerré sus ojos diciendo: Ya puedes estar con tu esposo, no tienes de que agradecérmelo ¡Se feliz!.
Mi grito se había pronunciado, es necesario conceder a priori, que después del crimen estaba palideciendo, y lo más curioso fue ver una de las imágenes más hermosas que vi hasta entonces, la imagen de la señora fallecida era muy bella. La muerte, soledad y la melancolía se juntaron para producir una belleza pura. Pero, además de tales sensaciones hay dos cosas que rescate de aquella muerte: la vida es un absurdo, uno viene al mundo para morir, siempre vivimos con ese sentimiento trágico y, desde luego, mi vida puede parecer un infierno en el mundo de la triste humanidad.


ADJUNTO CON ESTE RELATO EL TEXTO PERIODISTICO DEL MENCIONDO ASESINATO DE LA SEÑORA BÁRBARA BRACAMONTE.

La Industria: ‘Extraña muerte en las ruinas de Chan-Chan’
Trujillo. La Libertad. La policía de homicidios de Trujillo, en el distrito de Huanchaco, halló a una señora de posiblemente 67 años sin vida. La fallecida es identificada con el nombre de Bárbara Bracamonte Nuñez, se desconoce su lugar de procedencia, fue encontrada muerta con varios puñales en el cuerpo, sin oreja derecha, siete cortes en el tórax, en el estómago y en la espalda. Lo dejaron semienterrada, fue allí que apareció el cadáver. Se presume que los hampones del ‘El trópico’ sean los causantes del brutal crimen, quienes habían estado cometiendo sus robos y fechorías entre los pobladores del lugar desde hace unas semanas atrás. Los efectivos policiales presentaron el apoyo del caso e hicieron un operativo en toda la carretera que va hacia Trujillo. Se estima que en las próximas horas encuentren las pistas sobre el asesino para hacer justicia por la ley.

Ahora que vuelvo a recordar todo lo ocurrido, mediante mi confesión, como si fuera ayer el crimen, siento escuchar las voces de la señora Bracamonte cada vez más profundas, hoy por hoy paso noches horribles, siento a la difunta cerca de mí. Me espía, me mira, se introduce en mí y me domina. Así resulta su venganza, quizá sea así, pues al ocultarse de ese modo pienso que todavía vive. ¿Qué me pasara? No puedo quedarme así con este miedo atroz, y estos pensamientos que dominan toda mi mente. ¡No! No puede ser. No, no hay duda… no ha muerto, es por eso que me trastorna, no hay más remedio, tendré que suicidarme. Dejo unos versos antes de mi juicio final…

El vacío de mi espíritu me está ahogando otra vez,
no siento nada, sólo la tristeza que me congela esta noche.
Siéntate aquí y escúchame hablar mientras muero, a través
de mi dolor que me desangro lentamente en este frío suelo,
Mírame sentir el dolor que me ha traído aquí,
déjame apreciar que se siente vivir mientras muero.
Estoy encerrado en esta cárcel de lágrimas sin poder salir,
ayúdame a dormir esta noche mientras muero